Subscribe:

domingo, 28 de agosto de 2022

Mascotas en la tercera edad

TENER PERRO CUANDO SOMOS MAYORES.


 A veces basta sentir la proximidad de nuestro perro para sentirnos mejor. Su recibimiento al regresar a casa, la alegría que transmiten en los hogares, la fiel compañía pase lo que pase. Que el perro es el mejor amigo del ser humano lo hemos escuchado muchas veces. Quizá suene tópico, pero quien ha convivido con ellos es difícil que no confirme la sentencia. Por eso, y por muchas cosas más, los perros para personas mayores suelen tener enormes beneficios para su salud física y mental.

Dar y recibir cariño es esencial en todos los momentos de la existencia. Y conforme nos hacemos mayores es habitual que las circunstancias nos lleven a situaciones en que la soledad llega a ser nuestra compañía más habitual. Un perro es el respaldo que mitiga los instantes en que todos podemos sentirnos más aislados.

BENEFICIOS DE LOS PERROS PARA LAS PERSONAS MAYORES.

Todos, jóvenes y mayores, tenemos la necesidad de sentirnos queridos, de sentirnos acompañados. A todos, a jóvenes y mayores, nos ofrece un sinfín de beneficios contar con un animal doméstico. Pero, además, todos los especialistas coinciden en que los perros para personas mayores ofrecen ayudas adicionales para su bienestar físico y psicológico. Veamos algunos de los principales beneficios.

Realización de ejercicio.

Tener un perro obliga a olvidarse del sedentarismo. El animal necesita salir, necesita correr en el parque, necesita jugar en casa. Está demostrado que los individuos que tienen un perro realizan un ejercicio aeróbico más constante lo que supone una menor incidencia de patología cardiovasculares en ellos.

Socialización.

Por un lado, como hemos dicho, han de salir todos los días a la calle. Y los perros se paran a jugar a otros animales, los niños se detienen a acariciarlos, los vecinos preguntan sus nombres. Los perros para personas mayores incitan a hablar con gente que apenas conocemos, incentivan nuevas relaciones que son muy positivas para todo el mundo, sobre todo para aquellas personas que viven solas.

Entretenimiento.

Los animales están deseando jugar. En muchos casos, no permitirán que estemos sentados en el sofá viendo la tele sin más. Nos darán con la patita para que les tiremos una pelota, nos rozarán con el hocico para que salgamos al exterior con ellos o ladrarán con energía para que llenemos su cuenco de agua y comida.

Responsabilidad.

Un animal doméstico necesita los cuidados de un ser humano para sobrevivir. Tenemos que saber cuándo darles de comer, cuándo sacarlos a la calle, cuándo ponerles las vacunas en el veterinario. La responsabilidad, el hecho de cuidar a un ser vivo, es muy positivo para el bienestar psicológico de las personas mayores.

¿TODOS LOS PERROS VALEN?

Si, pero hay que adaptar nuestra mascota a nuestra circunstancias.
Llegar a una determinada edad puede generar algunas limitaciones físicas que no hacen indicados a ciertos perros para personas mayores. Si existen problemas de movilidad o menor energía lo más conveniente es que elijamos un animal que no exija un ejercicio físico desmesurado. Antes de comprar o regalar un cánido a una persona de cierta edad hemos de tener en cuenta que es idóneo que cumplan una serie de características.

Que sea pequeño o mediano.

Con los años perdemos reflejos y fuerza física. Por eso no es lo más recomendable que una persona de cierta edad tenga que sacar, cuidar o dar de comer a un animal con excesiva fuerza. Es decir, siempre es mejor un perro pequeño o mediano, que si tira de la correa no pueda hacer que quien lo lleve se caiga.

Tranquilo y sociable.

Pese a que en muchas ocasiones podemos pensar que adoptar un perro de un refugio para animales puede ser beneficioso tanto para el animal como para el individuo que lo cuida, no siempre es así. Si queremos un perro para personas mayores, lo ideal es que estemos completamente informados de que se trata de un can que no sufre traumas, que es cariñoso, que no va a tener reacciones que dificulten la vida de la persona que lo cuida.

Una raza que no tenga unas necesidades de ejercicio físico excesivas.

Antes de hacernos con un perro para personas mayores debemos saber las necesidades de actividad física de la raza que vamos a elegir. Ciertas razas de perros cazadores necesitan bastante tiempo de actividad física intensa y diaria por su propia naturaleza. Debemos adecuar las necesidades del animal a la condición física del dueño.

Mejor, que tenga más de tres años.
Las personas mayores disfrutarán más la compañía de un perro que ya ha recibido un adiestramiento. Es decir, que reacciona cuando se le llama por su nombre, que está habituado a vivir en una casa, que sabe autocontrolarse… Estas características las tienen habitualmente los canes que ya tienen al menos tres años.


miércoles, 10 de agosto de 2022

ENFERMEDAD CEREBROVASCULAR

 El ictus o enfermedad cerebrovascular se produce por la alteración transitoria o definitiva del funcionamiento alguna zona del sistema nervioso central.


La enfermedad cerebrovascular, ictus o accidente vascular cerebral (AVC) se define como el conjunto de aquellas alteraciones transitorias o definitivas del funcionamiento de una o varias zonas del sistema nervioso central, que aparecen de forma brusca como consecuencia de un fallo en la irrigación sanguínea cerebral.

El AVC es la tercera causa de muerte de la población adulta de los países desarrollados. Su mortalidad inmediata es alta y aproximadamente un 8-24% de los casos fallece en los primeros 30 días, y entre un 25-38% en el primer año. Es la primera causa de muerte en mayores de 80 años.

El AVC es la patología más frecuentemente involucrada en el comienzo de una incapacidad funcional aguda o progresiva en el anciano. El 55% de los pacientes sufren algún tipo de incapacidad, de la cual un 20% es severa. Esto compromete la calidad de vida del anciano y constituye la segunda causa de institucionalización precoz.

La frecuencia de los ictus es de unos 200 casos por cada 100.000 habitantes y año. La posibilidad de sufrir un ictus aumenta exponencialmente con la edad, pues su incidencia es más del doble para cada década sucesiva por encima de los 55 años. Es una enfermedad fundamentalmente de personas de edad avanzada, ya que entre el 76% y el 85% de las personas que sufren un ictus son mayores de 65 años. También predomina en el sexo masculino. Aunque puede existir una predisposición familiar en alguna de las causas que lo provocan, en sí el ictus no es hereditario.

              El ictus se puede prevenir

Tipos de ictus

 Los tipos de ictus son muy numerosos, pues dependen de los siguientes factores: naturaleza, tamaño y topografía de la lesión, forma de instauración o perfil temporal, evolución, mecanismo de producción y etiología, y características de la neuroimagen. Determinar el tipo de ictus es crucial para instaurar el tratamiento y predecir la evolución. En líneas generales, los ictus pueden dividirse, en función de la naturaleza de la lesión, en dos grandes grupos: ISQUEMIA CEREBRAL Y HEMORRAGIA CEREBRAL.

 

Isquemia cerebral


Representa el 80-85% de todos los ictus.

Es el resultado de una disminución del aporte circulatorio, que puede estar limitado a un territorio, llamándose isquemia focal, o afectar a todo el encéfalo, llamándose entonces isquemia global.

 

Isquemia cerebral global

 Ocurre cuando todo el cerebro se afecta de manera simultánea, por una hipotensión arterial muy acentuada y rápida, secundaria a un fallo hemodinámico por distintas causas como: infarto agudo de miocardio, arritmia grave, shock hipovolémico, paro cardiaco, estenosis carotidea crítica, etc. Las lesiones pueden ser muy graves y muchas veces bilaterales. Suele llamarse también hipoxia cerebral.

 

Isquemia cerebral focal

 Es la más habitual. Se divide en dos grandes grupos, atendiendo a la forma de presentación clínica: el ataque isquémico transitorio (AIT) y el infarto cerebral.

 

Ataque isquémico transitorio (AIT)

 Se trata de un episodio de presentación brusca, establecido en pocos minutos, caracterizado por la aparición de un déficit neurológico focal de la circulación cerebral o retiniana, que evoluciona hacia la resolución completa en un plazo de tiempo inferior a las 24 horas.

 

Infarto cerebral

 

Supone un déficit neurológico de más de 24 horas de duración que es una expresión de la muerte de las células cerebrales. Es importante saber que puede cambiar a lo largo del tiempo el estado del anciano, ya que el infarto cerebral una vez instaurado puede permanecer estable, o puede progresar y agravarse durante los primeros minutos u horas del inicio, de manera gradual, brusca o fluctuante, lo cual ocurre en la mitad de los pacientes; también pueden recuperarse las funciones pérdidas en las 3 semanas siguientes al inicio de la clínica.

Los infartos cerebrales se pueden dividir en varios tipos. Así existen:

  • Infarto cerebral trombótico: representa el 14-40% de todos los infartos cerebrales; en las personas mayores pueden representar cerca del 60% de los casos. Es el tipo más frecuente en el anciano, como parte de una arterioesclerosis generalizada. Se caracteriza porque frecuentemente se inicia durante el sueño, con una instauración aguda en horas o subaguda en días, en pacientes con factores de riesgo vascular como hipertensión arterial. Frecuentemente existen AIT previos en el mismo territorio que luego se infarta.

  • Infarto cerebral cardioembólico: en general representa el 15-30% de los mismos y supone el 40% de los AVC en los ancianos. Los émbolos o coágulos son fundamentalmente de origen cardiaco, favorecidos por la existencia de fibrilación auricular, prótesis valvulares mecánicas, valvulopatía mitral o aórtica, insuficiencia cardiaca congestiva, etc. El comienzo del cuadro es muy brusco, en minutos u horas, frecuentemente en vigilia y con un déficit máximo desde el principio. A veces hay mejoría poco después del inicio. La transformación hemorrágica es típica y con frecuencia cursa sin nuevos síntomas. Muchas veces se han producido AIT previos.

  • Infarto cerebral lacunar: se debe a oclusiones de pequeñas arteriolas, generalmente por una alteración de la pared vascular, secundaria a la hipertensión arterial principalmente o también por diabetes. Pueden ser asintomáticos, múltiples o únicos, con una sintomatología típica. Están muy relacionados con la demencia de causa vascular.

             🧠 Qué es, cómo identificar y cómo atender un infarto cerebral

    Hemorragia cerebral


    Representa el 15-20 % de todos los ictus.

    La hemorragia cerebral se produce por la ruptura de una pared vascular con salida de la sangre a cualquiera de las siguientes estructuras que le dan el nombre. Cabe diferenciar entre:

  • Hemorragia intracerebral o hematoma intraparenquimatoso: llamada también apoplejía. Representa el 15% de las hemorragias. La hipertensión incontrolada es su causa principal. 

    Hemorragia subaracnoidea: representa el 5% casos. Su causa más común es la rotura de un aneurisma, a excepción de las originadas por traumatismos.

Los factores de riesgo de los AVC varían en función del tipo de ictus. Según esto, se pueden clasificar como:

  •  Ictus isquémicos: podemos dividir los factores de riesgo en:

    • No modificables: Edad, sexo masculino; etnia (mayor riesgo en personas asiáticas), factores familiares y de localización geográfica.

    • Potencialmente modificables: Diabetes mellitus, dependiendo del tipo y la gravedad de la misma, de forma que es mayor en casos de evolución prolongada y con mal control; hipertrofia ventricular izquierda.

    • Modificables: Hipertensión arterial, hábito tabáquico, enfermedades cardíacas previas (en especial la fibrilación auricular), dislipemia.

La presencia de AIT previos actúa como “aviso” o “marcador” de enfermedad arterioesclerótica global, y en especial de la afectación cerebral, y debe ser tomada como signo de alerta.

 

La clínica de los AVC está determinada por la localización del daño cerebral, tamaño de la lesión y la etiología. El comienzo adopta frecuentemente una de las siguientes formas clínicas:

  • Hemiparesia o parálisis total o parcial que afecta a un lado del cuerpo. Cursa con una debilidad variable en grado y extensión, distribuida por la cara, extremidad superior y/o inferior de una mitad del cuerpo. Muchas veces se acompaña de alteraciones sensitivas, como sensación de hormigueo, y disartria o torpeza al hablar.
  • Afasia o dificultad para la comprensión o expresión del lenguaje.
  • Ceguera monocular transitoria, de segundos o pocos minutos de duración, llamada amaurosis fugaz.
  • Inestabilidad brusca con paresia y alteraciones sensitivas de cualquier extremidad, más pérdida de visión en uno o ambos hemicampos visuales, visión doble o vértigo.
  • Cefalea súbita, de una intensidad desconocida con anterioridad, frecuentemente en relación con un ejercicio físico en el caso de la hemorragia subaracnoidea. También puede haberla más moderada en la hemorragia intracerebral o infarto extenso, pero no hay dolor de cabeza en infartos de pequeño tamaño.
  • En el anciano, no son raras las presentaciones atípicas tales como son un síndrome confusional agudo, caídas o incontinencia urinaria. Asimismo, se da una mayor incidencia de pérdida de conciencia, convulsiones y alteraciones metabólicas.

El enfoque del tratamiento es principalmente la prevención de los factores de riesgo modificables: abandono del tabaco, control de la diabetes y de la hipertensión arterial, control de la fibrilación auricular y de la trombosis, etc.

En el momento agudo todo ictus es una urgencia médica. Está demostrado que el tratamiento precoz de los infartos reduce las secuelas y la mortalidad. Hoy día existen fármacos que pueden disolver los trombos o coágulos (fármacos fibrinolíticos), pero que deben ser administrados en las primeras horas y por neurólogos expertos en ictus. La urgencia en el tratamiento es esencial para proteger el cerebro. Otros tratamientos son los antiagregantes (dificultan formación de trombos) y los anticoagulantes (impiden que la sangre se coagule).

A veces puede indicarse la cirugía, extirpando la placa de ateroma o dilatando la arteria (angioplastia). En los ictus hemorrágicos por malformaciones y aneurismas, el tratamiento ideal es la embolización con sustancias que taponan las arterias rotas.

Sin embargo, una vez ya establecidas las lesiones, el tratamiento y rehabilitación de los déficits neurológicos dependerán del tipo, localización e intensidad de ellos.

martes, 9 de agosto de 2022

QUE SABER SOBRE LA HIPOGLUCEMIA


¿Qué es?

La hipoglucemia o más comúnmente conocida como bajada de azúcar, es un descenso de los niveles de azúcar en sangre por debajo de 70 mg/dl.

¿Quién puede tenerlas?

Pueden tener hipoglucemias las personas con diabetes en tratamiento con insulina y/o fármacos orales con efecto hipoglucemiante.

¿Qué puedo notar?

Los síntomas más comunes de una hipoglucemia son: 

Sudor, temblor, palpitaciones, mareo, sensación de hambre. Estos síntomas son los llamados síntomas adrenérgicos y serían los primeros signos de alarma que el cuerpo nos lanza para avisarnos que la glucosa en sangre está disminuyendo.

 

 

 

 

La visión borrosa, la alteración del nivel de conciencia, o del habla, son los síntomas llamados neuroglucopénicos, y serían los segundos signos de alarma los cuales nos avisan que la glucosa está disminuyendo y que el cerebro está sufriendo su falta.

Hay personas que pueden no tener síntomas, es decir, su percepción está disminuida y/o alterada. Esto en la mayoría de los casos es fruto de años de evolución de la enfermedad y/o haber pasado un período con repetidas hipoglucemias. Existen estrategias terapéuticas dirigidas a restablecer la sintomatología frente las hipoglucemias:

  • Tratar de subir los niveles de glucosa en sangre, durante un período de tiempo determinado, con el fin de evitar los episodios de hipoglucemia.
  • El tratamiento con infusor subcutáneo continuo de insulina, o la llamada bomba de insulina, ha demostrado mejoras en la percepción de hipoglucemias a medio-largo plazo.

 

¿Qué hago si tengo una hipoglucemia?

Una vez se comprueba (en todos los casos que sea posible) que existe un valor de glucosa inferior a 70 mg/dl se recomienda seguir la regla del 15. La regla del 15 consiste en tomar 15-20 gramos de hidratos de carbono de rápida absorción como por ejemplo:

  • 1 Vaso de zumo
  • 2 azucarillos
  • Gel de glucosa
  • Tabletas de glucosa

Una vez tomada una de estas opciones, esperar 15 minutos y realizar de nuevo una glucemia capilar para comprobar su resolución. En caso de seguir con una glucosa inferior a 70 mg/dl se volvería a repetir la regla del 15. Una vez resuelto, en ocasiones se recomienda la toma de una pequeña cantidad de hidratos de carbono de absorción lenta, pero en la mayoría de ocasiones no es necesario. Es importante conocer como responde cada uno a estos episodios e individualizar el tratamiento.

 

 

¿Cuáles son las causas de una hipoglucemia?

Las hipoglucemias pueden aparecer si:

  • Realizamos más actividad física de la habitual de forma no planificada.
  • Reducimos el aporte de hidratos de carbono de una comida sin ajuste de las dosis de insulina prandial.
  • Dosis excesiva de insulina rápida.
  • Ingesta importante de alcohol.

 

 

¿Puedo prevenirlas?

El mejor tratamiento es una correcta prevención de las hipoglucemias, pero en ocasiones y a pesar de una buena prevención la hipoglucemia aparece. Para su correcta resolución es importante identificarla y tratarla de forma correcta. En relación a la prevención, es importante llevar consigo independientemente de la fórmula, una cantidad de 15-20 gramos de hidratos de carbono de absorción rápida.

¿Qué puede pasar si no hago nada?

El riesgo de no tratar una hipoglucemia si la detectamos es que la glucosa siga bajando y pueda producirse lo que llamamos una hipoglucemia grave.

¿Qué es una hipoglucemia grave?

Una hipoglucemia grave es cuando se produce una hipoglucemia que produce una disminución total o parcial de la consciencia. Se considera hipoglucemia grave cuando la persona no es capaz de resolver la hipoglucemia y necesita ayuda de otra persona o se produce una pérdida total de conocimiento. Las hipoglucemias graves son poco frecuentes pero es importante saber como tratarlas si aparecen. 

En caso de pérdida de conocimiento necesitaremos que una tercera persona nos administre glucagón.

 

¿CUANDO ADMINISTRAMOS GLUCAGÓN?

Se recomienda la administración de glucagón cuando:

  • La persona está inconsciente y(o presencia de convulsiones.
  • La persona está consciente pero no es capaz de ingerir nada o no responde a órdenes sencillas, si es así, es mejor no dar nada por boca ya que es probable que no sea capaz de controlar el reflejo de deglución.
  • El glucagón una vez preparado se puede administrar pinchándolo en cualquier zona en las cuales se administra la insulina. En caso de niños ver dosis requerida. Una vez recuperada la consciencia dar hidratos de carbono por boca.
  • En caso de no disponer de glucagón llamar al 112.